Sin la bofetada de Smith, otros Oscars agotadores

MAYRA VILLANUEVA, Spanish Editor

(Traducción de Yessenia Rodriguez, estudiante del curso SPAN 4045 Translation, dirigido por el Prof. Juan Carlos Castillo)

Los Oscars han tratado desesperadamente de recuperar la relevancia social que han ido perdiendo rápidamente durante los últimos años. Las cifras de audiencia han ido disminuyendo constantemente desde los días de gloria, cuando 55,2 millones de personas los vieron en 1998, y el programa de este año atrajo a la pobre cifra de 15,4 millones de espectadores. Todavía era un aumento del 56% con respecto a los 9,6 millones de la retransmisión del año pasado durante la pandemia, pero el aumento era inevitable, ya que las cosas no podían empeorar mucho más.

Y, en lo que se vio como un pacto con el diablo, los Oscars obtuvieron su deseo de ser relevantes de nuevo. Como a las 9:30pm, pasados dos tercios de un espectáculo vacío, Will Smith proporcionó el momento de la noche, cuando abofeteó a Chris Rock en la cara, después de que el comediante hizo un chiste sobre el pelo de Jada Pinkett Smith. La audiencia se quedó aturdida. Muchas personas, incluido yo, pensaron que fue un acto de comedia mal concebido, pero, ya cuando la cámara se enfocó en la furiosa reacción a gritos de Smith, el estado de ánimo general se oscureció y la verdad salió a la luz. 

El evento dejó de ser una celebración del cine. En vez de eso, quedó atascado en la controversia, a medida que las redes sociales se llenaron de personas tomando partido sobre quién estuvo bien y quien estuvo mal. Como cinéfilo, me molestó que me robaran esta noche gloriosa, pero no pude culpar a las personas que se enfocaron en el altercado entre Smith y Rock, porque el programa solo no pudo producir nada más que fuera digno de comentar. 

Las cosas ya estaban calientes antes de la hora de inicio, a las 7 p.m., ya que, del total de 23 categorías, ocho fueron entregadas en un evento pregrabado que ocurrió más temprano en el día. El productor Will Packer defendió que estos cortes se hicieron para mantener el programa por debajo de las tres horas de duración, y que, de todos modos, las categorías extirpadas tampoco eran particularmente populares. 

​​No es solo que la decisión fue un insulto hacia las personas representadas en estas categorías, especialmente por parte de la Academia, cuya misión declarada es “reconocer y defender la excelencia en las películas.” Fue doblemente insultante porque la decisión ni siquiera se acercó a conseguir el beneficio previsto. El programa duró tres horas y 39 minutos (más largo que las tres horas y 19 minutos del año pasado, en que los premios de todas las categorías se concedieron durante la retransmisión principal), lo que prueba que el castigo fue injusto para las categorías técnicas, que no son culpables de por qué el programa habitualmente se hace demasiado largo. 

Así que, en vez de dar los premios de todas las categorías, como debía ser, los Oscars reemplazaron su tiempo con una letanía de pedacitos cuestionablemente cómicos y de retrospectivas.

Y en vez de ir sin anfitrión por tercer año seguido, se trajo a las comediantes Amy Schumer, Regina Hall y Wanda Sykes para dirigir el programa. Su monólogo de apertura proveyó los típicos chistes sin gracia, casi todos a costa de los nominados. Se veía raro que un programa con el eslogan de “amantes de las películas, únanse,” continuamente se burlara de aquellos que fueron nominados. 

Y se veía más raro (pero no sorprendente, ya que la cadena ABC es propiedad de Disney) que los productos de Disney fueran metidos con calzador en el programa. Empezando con la interpretación de “We Don’t Talk about Bruno,” (que no estaba nominada para la mejor canción original), pasando por Amy Schumer vistiéndose como Hombre Araña, ya que “Spiderman” fue su “película favorita del año”, y terminando con varios anuncios promocionales de “Moonlight” y “Lightyear”, todo apestaba a sinergia corporativa. 

La cosa que la Academia no puede controlar es quién sale ganador, lo cual se probó el año pasado cuando Anthony Hopkins batió sorprendentemente a  Chadwick Boseman, descarrilando los planes del programa de dar un tributo a la estrella de “Black Panther”. Este año, el elenco de ganadores resultó ser uno de los más predecibles de todos los tiempos, especialmente porque la única sorpresa de la noche vino en el Oscar al mejor corto animado, una categoría que fue incluida entre las editadas de la retransmisión principal. Yo mismo predije acertadamente 20 de 23 ganadores, fallando precisamente en las categorías de cinematografía y edición de películas, donde hice las predicciones más descabelladas. “Dune” ganó los más premios de la noche con seis Oscars, todos ellos en las categorías técnicas. 

Apple TV+ ganó el gran premio de mejor película con “CODA,” batiendo a Netflix y su “The Power of the Dog” (que de 12 nominaciones solo ganó por la dirección de Jane Campion) en la carrera por ser la primera plataforma en línea en ganar el Oscar a la mejor película. La película de Sian Heder también ganó por el mejor guión adaptado y por la interpretación de Troy Kotsur. 

Will Smith y Jessica Chastain ganaron sus largamente merecidos Oscars en la categoría de protagonista principal, pero sus dos discursos fueron deslucidos por la reciente bofetada de Smith. Kenneth Branagh ganó su primer Oscar después de ocho nominaciones, al ser recompensado como mejor guión original por “Belfast.”

Pero, aun teniendo ganadores merecidos, nadie los va recordar en el futuro, porque lo único de lo que se va a hablar es de Will Smith abofeteando a Chris Rock. Yo no puedo culpar a los Oscars por ese momento, pero puedo culparlos de no proveer nada más de entretenimiento. 

Seguir y mirar las ceremonias de los premios siempre ha sido un dulce pecado para mí. Es muy divertido involucrarse en su composición, incluso si se puede entrever que todo es una farsa. Pero, a medida que espectáculos como los Oscars y los Emmys siguen perdiendo relevancia, los productores harán lo que sea para hacer que la audiencia los vea.

Estas decisiones han hecho enojar a espectadores leales como yo, pero todos sabemos que, de cualquier manera, todavía los voy a mirar. Así que, en el futuro cercano, las ceremonias de premios van a seguir desvaneciéndose en la oscuridad, y las únicas personas que se quedarán para mirarlos van a ser las mismas que se sienten traicionadas por sus productores desesperados y sin imaginación.