El Día de los Muertos tiene sus raíces en las comunidades indígenas de las Américas, con una historia de más de 3,000 años. Esta celebración se lleva a cabo en México y en otras partes de América Latina. Los mexicas (aztecas) honraban a sus muertos durante dos meses en el verano, hacian festividades conocidas como Miccailhuitontli por niños y Hueymicailhuitl para los adultos. Antes que llegaran los conquistadores españoles, esta fiesta era dedicada a la Reina de Mictlān. Los mexicas creian que Mictlān cuidaba los huesos de las vidas pasadas y que una vez al año ella ascendía a la tierra de los vivos para tener seguro que los huesos fueran atendidos. Durante su visita a la tierra, los mexicas celebraban con comida y baile.
El Día de los Muertos todavia es una vibrante tradición mexicana con un significado especial que se celebra el 1 y 2 de noviembre. Las familias se reúnen para celebrar las vidas de aquellos que han partido, creando una ofrenda con comida y fotos de los familiares. Estos dos días son un momento en el que los vivos y los difuntos se unen para una celebración única de la vida, lo que refleja una profunda reverencia cultural por la memoria.
La importancia del Día de los Muertos establece su énfasis en el recuerdo en vez del luto. Durante estos dos días se cree que los espíritus de los seres queridos regresan a la tierra de los humanos para reunirse con sus familias. La celebración se caracteriza por decoraciones coloridas, música y reuniones alegres, que sirven como conexión entre el mundo de los humanos y el de los muertos. Este es un tiempo que sirve para compartir historias, risas y lágrimas, lo que permite a las personas expresar su amor por aquellos que han partido y a los que extrañan.
Las ofrendas son algo que nunca puede faltar para un día tan importante como este, ya que sirven como puntos importantes para el recuerdo. Las familias adornan estas ofrendas con fotografías, comida favorita y objetos personales de los difuntos, lo cual crea un espacio que invita a los espíritus a regresar a sus hogares donde una vez vivieron. Las caléndulas o flores de muerto, calaveras de azúcar y papel picado son decoraciones comunes que añaden color y vida a las ofrendas, lo que simboliza la belleza de la vida y la continuidad de la existencia.
En la Universidad del Norte de Iowa, estudiantes como Jocelyn Mena y Leslie Villagomez participan en estas tradiciones, conectándose con su herencia. Para Jocelyn, crear una ofrenda es una manera de mantener cerca a sus seres queridos. “Hacer esto me ayuda a sentir que no se han ido, que aún están aquí a mi lado,” compartió. Este sentimiento encapsula la esencia del Día de los Muertos, donde la memoria es como un puente entre el pasado y el presente.
Leslie refleja los sentimientos de Jocelyn. “El Día de los muertos es un día muy especial para mí porque puedo recordar a mi perro que tuve y los buenos recuerdos que compartimos,” Leslie dijo. Para muchos, incluida Leslie, la tradición se extiende más allá de las conexiones humanas, lo que permite recordar a las mascotas queridas que han fallecido. Esta inclusión enfatiza los profundos lazos emocionales que formamos con todos los que nos rodean en nuestras vidas.
Aunque ya pasó el Día de los Muertos, las vibrantes celebraciones nos recuerdan el poder de la memoria y la importancia de honrar a aquellos que han tocado nuestras vidas. A través de ofrendas, historias y reuniones familiares, personas como Jocelyn y Leslie celebran a sus seres queridos, lo que crea una memoria viva que mantiene el espíritu de quienes han partido.